La generaci—n perdida, inequidad y delincuencia juvenil

Lunes, 24 de Octubre de 2011 23:37

Escrito por Rodolfo Chaves Cordero (Defensor pœblico)

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Es de todos conocida, la relaci—n directa entre baja escolaridad y pobreza;  asimismo, asistimos a un periodo de nuestra vida en sociedad, en que mayor cantidad de personas han sido excluidas del acceso a reales posibilidades de desarrollo y superaci—n, tanto de manera individual  como colectiva.

La globalizaci—n es la culminaci—n de un capitalismo salvaje, que olvida el bien comœn y privilegia la acumulaci—n desmedida e irresponsable, se convierte en la forma m‡s evidente de explotaci—n; la mano de obra es el elemento de producci—n que marca la diferencia en un negocio rentable, cuanto menor sea su valor m‡s atractivo es el pa’s.

 

Hoy recogemos lo que sembramos: durante la dŽcada de los ochenta se dio un retroceso en los programas educativos y de atenci—n social, motivados por las directrices de los organismos internacionales que obligaban a una reducci—n del aparato estatal y a una privatizaci—n de aquellas empresas de capital pœblico; el Estado benefactor ced’a su lugar de un tajo, a un ente sin posibilidades de intervenir en forma efectiva para lograr la inclusi—n de los m‡s desfavorecidos; el resultado l—gico fue una mayor inequidad social y una menor oportunidad para muchos ciudadanos, de obtener las herramientas necesarias para  enfrentar el futuro con Žxito.

La llamada generaci—n perdida de nuestra sociedad debi— abandonar las aulas en m‡s de un 40 por ciento, hipotecando con ello su futuro; la asistencia social se redujo a nœmeros escandalosos dejando a la deriva a casi medio mill—n de ciudadanos.

Los integrantes de esta generaci—n son personas con edades entre los 30 y 50 a–os, padres de la mayor’a de adolescentes de nuestro pa’s, adolescentes que al nacer en un ambiente de pobreza y exclusi—n, han debido en muchos casos, abandonar las aulas para no ser una carga para su familia, repitiendo la vida de privaciones que vivieron sus padres.

Estas infames condiciones no son m‡s que el caldo de cultivo para el desarrollo de conductas contrarias a la ley; la delincuencia juvenil -que hoy hace rasgar las vestiduras, a pol’ticos populistas, que encuentran en ello una veta para fomentar medidas en extremo represivas e ineficaces, pero que se venden como la panacea para este problema social, directores de medios de comunicaci—n y oportunistas de turno- no es m‡s que uno de los resultados del abandono de los despose’dos que se hizo en ese momento; se excluy— a sus padres de la posibilidad de una vida digna y como indemnizaci—n les aplicamos la represi—n m‡s fuerte de toda AmŽrica y aun as’ no estamos conformes.

No es de extra–ar que el perfil del menor infractor, en Costa Rica, tenga baja o nula escolaridad, hogar desintegrado o disfuncional, uso de drogas y desempleo.

Este es uno de los motivos por los cuales no se debe atacar la delincuencia juvenil exclusivamente con represi—n; la delincuencia juvenil es el efecto congŽnito de un c’rculo vicioso que la inequidad social ha creado; cuando a un joven se le ha negado un ambiente integralmente sano en el nivel familiar, educativo y comunal, exigirle una conducta Òsocialmente correctaÓ, de respeto sobre todo a los bienes materiales ajenos, es, adem‡s de injusto hasta vergonzoso, es no haber cumplido una obligaci—n y cobrarla con la libertad del abandonado.

La delincuencia juvenil se trata con prevenci—n positiva, con verdaderas oportunidades para mantenerse en el sistema educativo, opciones de trabajo digno y ante todo con programas de inclusi—n social; las opciones exclusivamente represivas, son simplemente nuevas formas de violencia que se disfrazan bajo el amparo de la seguridad ciudadana, tŽrmino que se estrecha para que ocupe solo el espacio que la nota roja pueda cubrir.